Mono en Vivo, Polyforum Siqueiros
Lunes 19 de octubre, 2009
Mono, el cuarteto japonés (no confundir con el extinto grupo de trip-hop inglés) por fin pisó tierra azteca el pasado lunes 19 de octubre de 2009, tal vez por primera y única ocasión en su carrera, que no hace mucho cumplió 10 años.
Hace no tanto, con la salida de su disco anterior "You Are There" comparaba la música de esta agrupación, pilar del post-rock, con los monstruos míticos nippones; Gojira, Godar, Gamera... y ellos, otro miembro de ese panteón. Mono, que en su japonés natal significa simplemente "ser" o "ente" es eso, un monstruo de mirada gentil.
El escenario era perfecto, los murales de Siqueiros enmarcando el poderío de piezas de devastadora belleza. El público era selecto, y aún así no faltó quien tratara de arruinar la velada con ese mal de los hipsters mexicanos de querer llamar la atención. Sin embargo, lo importante era presenciar un suceso que tal vez no se vuelva a repetir.
Quedar rendido al olvido, dejarse caer en profundos sueños, en donde de pronto no estabas ahí, ni en México, sino en un sitio tan blanco que deja ciego y tan bello que quita el aliento. La música de Mono, en vivo maximizada en feedbacks y paredes de sonido impenetrables, es imposible de describir con palabras, llena el alma y nubla la vista con lágrimas. Es desgarrada y descarnada, crece y muere y mueres con ella. Marchas fúnebres de cuerpos que se han perdido en el mar, bandas sonoras de batallas épicas en las que todos pierden, el paisaje del fin del mundo, tan extraño como encantador.
Hicieron un recorrido justo por el resto de su discografía, dándole peso a su último disco "Hymn for the Immortal Wind", a mi parecer su mejor trabajo a la fecha, pero también nos deleitaron con "Halo", "Yearning", entre otras. Momentos claves para mí: "Battle to Heaven" y "Burial at Sea" una dupla de canciones con demasiado poder y que fueron capaces de aplastarnos al escucharlas en directo.
El mundo sabe que me gusta el post-rock, ¿por qué?, porque es el sonido del fin del mundo, un nicho musical específico, diminuto, exclusivo y excluyente, y Mono reafirma por qué. Porque así sonaría una batalla por el cielo.
Lunes 19 de octubre, 2009
Mono, el cuarteto japonés (no confundir con el extinto grupo de trip-hop inglés) por fin pisó tierra azteca el pasado lunes 19 de octubre de 2009, tal vez por primera y única ocasión en su carrera, que no hace mucho cumplió 10 años.
Hace no tanto, con la salida de su disco anterior "You Are There" comparaba la música de esta agrupación, pilar del post-rock, con los monstruos míticos nippones; Gojira, Godar, Gamera... y ellos, otro miembro de ese panteón. Mono, que en su japonés natal significa simplemente "ser" o "ente" es eso, un monstruo de mirada gentil.
El escenario era perfecto, los murales de Siqueiros enmarcando el poderío de piezas de devastadora belleza. El público era selecto, y aún así no faltó quien tratara de arruinar la velada con ese mal de los hipsters mexicanos de querer llamar la atención. Sin embargo, lo importante era presenciar un suceso que tal vez no se vuelva a repetir.
Quedar rendido al olvido, dejarse caer en profundos sueños, en donde de pronto no estabas ahí, ni en México, sino en un sitio tan blanco que deja ciego y tan bello que quita el aliento. La música de Mono, en vivo maximizada en feedbacks y paredes de sonido impenetrables, es imposible de describir con palabras, llena el alma y nubla la vista con lágrimas. Es desgarrada y descarnada, crece y muere y mueres con ella. Marchas fúnebres de cuerpos que se han perdido en el mar, bandas sonoras de batallas épicas en las que todos pierden, el paisaje del fin del mundo, tan extraño como encantador.
Hicieron un recorrido justo por el resto de su discografía, dándole peso a su último disco "Hymn for the Immortal Wind", a mi parecer su mejor trabajo a la fecha, pero también nos deleitaron con "Halo", "Yearning", entre otras. Momentos claves para mí: "Battle to Heaven" y "Burial at Sea" una dupla de canciones con demasiado poder y que fueron capaces de aplastarnos al escucharlas en directo.
El mundo sabe que me gusta el post-rock, ¿por qué?, porque es el sonido del fin del mundo, un nicho musical específico, diminuto, exclusivo y excluyente, y Mono reafirma por qué. Porque así sonaría una batalla por el cielo.