¿En qué me quedé?, oh, sí, el regalo de navidad.
Después de eso creí que la historia se había cerrardo, que por fin me iba a deshacer de tan terrible agonía amorosa que no me trajo más que malas cosas. Después de un tiempo llegué a llamar a Jota "mi ave de mal agüero", a partir que me fijé en él todo me pasaba, desgracia tras desgracia.
Sin embargo, y como comenté, la carrera no era como que mi hit, así que llevaba arrastrando una materia, no porque la haya reprobado, jamás reciclé a pesar de mi apatía, sino porque jamás la cursé, llamemos a esa asignatura simplemente Photoshop.
Pues bien, tarde o temprano tenía que cursar Photoshop y ese momento era el indicado, en mi tira de materias tenía que meterla y lo hice.
¡Adivinaron!, el encargado de darme Photoshop era Jota.
Yo ya no lo creía, pero decidí no cambiarme de grupo ya que el otro profesor era el causante de mi odio por las salas de cómputo. No iba a estar tan mal, iba a librarme de la sombra de las salas mac, con su calor insoportable y su tedio asqueroso y de paso iba a ver a Jota por 4 horas a la semana. Not bad, not bad at all.
Jamás debí haber cantado victoria de ese modo. Ese semestre fue una pesadilla de principio a fin, y lo acepto, yo tuve la culpa por mi falta de sutileza, sin embargo aun no puedo creer el monstruo en el que él se convirtió.
Para esas alturas yo creía (lo sigo creyendo) que él ya se había dado cuenta que me gustaba, no era normal mi comportamiento a su al rededor.
Todo comenzó con una flor de lo más inocente. Yo la tenía en la mano porque unos compañeros habían hecho una práctica con ella y se las pedí. Él me vio con la flor en la mano, me preguntó sobre ella, me preguntó sobre "si había alguien especial a quien se la daría"
Y mi maldita naturaleza trágica y dramática me hizo responder "sí", para después depositarla en su auto sin que me viera. Un regalo, otro más, uno que decía tácitamente lo que sentía, una señal que sólo un tarado no entendería.
Tiempo después él me confesó no haberla entendido.
No hubo un "gracias", o un reproche, supuse que no le había molestado. Así que cada vez que teníamos clase, la última del día, lo recuerdo bien, deposité rosas, claveles, y cuanta flor encontré.
Hasta que un día, mientras hacía mi estúpida travesura descubrí a alguien (después me enteraría que profesora también, aunque de otra carrera, explíquenme la falta de ética en este asunto) tomándome fotos. Así tal cual, cual delincuente, cual fugitiva.
Yo pensé mil cosas, unas más exageradas que otras, que si me iban a secuestrar, que si era algún tipo de práctica, que si... no sé. Me asusté, muchísimo. Al día siguiente de inmediato tenía que averiguar qué sucedía, mi estómago estaba revuelto y tenía dolor en la nuca. Tenía miedo.
Investigué, muchísimo, pregunté a todo mundo. La persona que me tomó fotos era emisaria de Jota. Me hablaron incluso de mandarme a consejo estudiantil. ¿Pero era tan grave lo que había hecho?
No es sorpresa decirles que mi miedo se acentuó. No sé por qué llegué a tenerle tanto miedo si ahora que lo veo, lo veo... pequeño. Tal vez él tenía más miedo que yo.
No supe qué hacer, estaba tan aterrada que no asistí a clases al día siguiente y sólo fui para enfrentarlo, tenía que enmendar las cosas, aunque no estaba segura de qué había hecho yo mal, no sabía si mi ofensa había sido tan grande como para provocar una reacción así.
Antes intenté mandarle un correo electrónico, explicándole, disculpándome, excusándome. Dando mis razones.
Cuando lo tuve de frente alegó no haber abierto el correo, me dijo que "quería escucharlo de mi", sin mirarlo a los ojos, temerosa, confesé lo que sentía. No era cómo me imaginaba que iba a ser, no fue bonito, fue aterrador, fue horrible. Siempre he utilizado la metáfora que "yo sangraba por la boca y a él sólo le importó que no manchara sus zapatos"
Fue seco, distante, la verdad, ahora que lo veo a la distancia, no podía esperar más de él, sin embargo, el cómo me orilló a eso me pareció atroz, me criminalizó.
Me fui directo a mi casa, estaba cansada, demasiado, sólo quería dormir. Recuerdo que vi a un compañero mientras yo me dirigía a mi auto, me preguntó amablemente que qué me pasaba y le dije llanamente que nada. También siempre diré que él fue el último en verme viva por mucho tiempo.
Y lo odié. Odié a Jota por muchos días, porque me sentí acorralada, porque estaba acostumbrada a ganar y él me ganó de una forma vil. Ese fin de semana lo único que quería hacer era perderme en vodka, ahogarme en alcohol. Ni siquiera recuerdo haberlo hecho, pero le mandé otro mail, donde simplemente lo llamé cobarde por mandar mensajeros a hacer el trabajo sucio.
Obviamente no lo tomó muy bien.
Se hizo grande, una estupidez como una flor se hizo gigante en la escuela. Acudí a una alta autoridad, alguien con quien Jota "me había acusado". Le dije mi parte de la historia, le dije que no pensara que era una loca acosadora. Su sonrisa fue tranquilizadora, me dijo que no debía tener miedo, que una flor no era motivo para llevarme a consejo.
Más tarde, y a pesar que durante la última clase lo vería, Jota fue a sacarme de una clase, junto con la coordinadora de la carrera. El motivo esta vez era el mail. Me reí con cinismo, acepté haberlo hecho, ella, la coordinadora también lo tomó bastante a broma y creo que eso lo enfureció más. Todos se había reído en su cara por lo tonta de su acusación.
Eso, aunque no mejoró mi ánimo, me produjo tranquilidad. Nadie lo estaba pelando, era estúpido por lo que me acusaba. Incluso le llegaron a decir que debía sentirse halagado.
Pero él seguía empeñado en llevar el caso a consejo. No sé quien se adelantó a quien, pero yo era una alumna... peculiar, digamos, y varios profesores me conocían bien, incluso ahora, a más de un año que salí, me ven y me saludan. Sabía más o menos quienes estaban en consejo, hablé con algunos de ellos, diciéndoles si sabían de la intenciones de Jota, algunos estaban enterados, otros no, pero todos me aseguraron que no había de qué preocuparse. Que una alumna idiota esté enamorada de un maestro gay no es motivo para abrir un caso en consejo.
Al menos eso pintaba a mi favor. Sin embargo, mi corazón estaba partido en dos. Ese que mandó a tomar fotos, ese que me fue a "acusar" como niñita, ese que me quería ver juzgada en consejo, ese no era del que yo me había enamorado. Jamás existió del que yo me había enamorado, sólo en mi cabeza.
No comí en varios días, no asistí a clases en varios días (excusa perfecta, ya que odiaba la carrera más que nunca), no hacía nada. La imagen inmaculada de un ángel se vino abajo, por pedazos, frente a mis ojos.
Ahora creo que fue más el shock de saberme tan estúpida como para idealizar a alguien así que la verdadera decepción.
Días después, cuando me digné ir a clases, él mismo pidió que hablaramos a solas. No se dijo nada nuevo, aunque estaba menos... irreconocible, era más dulce otra vez, más tranquilo. Todo acabó en santa paz.
Pero el avatar que cree de él seguía teniendo fuerza en mi cabeza, y mi torpe prosa seguía dedicada a ese efebo, más imaginario que real. Durante un año más seguí dedicando mis líneas y gastando mi tinta por él. Por la imagen de sus ojos negros y su piel del color del papel. Claro, ahora clamaba por el dolor que me había provocado, por los días obscuros y los días largos que padecí por haberme atrevido a fijarme en él. Y sin embargo aun le deseaba la felicidad.
Un año tuvo que pasar para volver a ver lo horrible que en realidad era. Mi único error fue nombrarlo, todas sus letras; su nombre completo.
Llegó a uno de mis antiguos blogs (supongo que googleando su nombre), y leyó lo que ahí yo decía, desde encuentros incidentales con él hasta los textos breves que le escribía. Soy pésima expresándome, pero cuando lo hago en forma de palabras, aunque aun burdo y simplón, me expreso mejor (creo).
Una tarde, aquella alta autoridad que antes me había consolado, me dijo que había problemas otra vez, yo me pregunté "¿ahora qué chingados?", me explicó lo de los blogs, y yo, con todo el dolor de mi corazón, borré una cantidad de información valiosa (porque era mía, era valiosa simplemente porque era mía) sin siquiera respaldarla.
Al día siguiente de inmediato le informé que estaba hecho, que no debía haber problemas y él me dijo que así lo esperaba.
Después de esa breve conversación, yo bajaba por las escaleras cuando Jota iba subiendo y me dijo que necesitaba hablar a solas conmigo. "Ya sé para qué", le dije.
Nos fuimos a unas escaleras no tan concurridas y nos sentamos. En ese instante no había nada extraño, me dijo que "alguien" le había llevado algo, y me mostró un fólder con todo mi blog impreso. Sí, así, con las partes donde lo mencionaba subrayadas, con información sobre mis amigos, mis seres queridos, mi vida. Era un trozo de mi vida.
Mi reacción obvia, al ver eso fue "qué gente tan enferma", él tuvo el descaro de estar de acuerdo y mirándome a los ojos me dijo, me aseguró que "era alguien que quería hacerme daño", pero que él lo dejaría pasar, que no pasaba nada, todavía tuve la bondad de bromear con él.
Pero no, yo debía saber, quién le había entregado esos documentos era la misma persona que le había dado el pitazo a la alta autoridad que siempre me apoyó. Fui a verlo y le pregunté, desesperada, que quién había sido.
"Fue él", me respodió con decepción, tal vez decepción de saber que esos eran los catedráticos de la escuela, o tristeza de que un asunto tan insignificante se hubiera hecho tan grande, o cansancio que una estupidez de un año atrás siguiera dando frutos. Pero también recuerdo lo que me dijo después: "mientras yo esté en esta oficina, él no te va a hacer nada"
Jota tuvo el descaro y la cobardía de mentirme mirándome a los ojos, asegurarme que no sabía quien le había dado esos documentos. Es un... marica. Antes jamás lo llamé así, hay una diferencia abismal entre ser gay y ser un maricón, hay hombres heterosexuales que son maricas por cobardes, él es gay y marica.
Terminé la carrera sin voltearlo a ver si quiera, decepcionada que, mi primer amor, mi gran amor platónico, resultara un tipo tan patético.
Hoy, más de un año después, volteo a ver todo eso y me da risa, me doy cuenta que sí, que yo cometí muchísimos errores, pero que actuar como lo hizo él, como una niña llorona a su edad no tiene excusa, es un idiota.
Fin.
P. D.: ¡Va a haber epílogo!